Los Tanques del Amor
- Facundo Daireaux
- 28 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb

Creo que, como personas, nos nutrimos esencialmente de dos combustibles. El amor propio, y el amor dado y recibido. Uno antecede al otro. No podemos dar amor genuino y libre de expectativas si antes no nos lo dimos a nosotros. Como ya he escrito, no se puede dar lo que no se tiene.
Análogamente, me gusta pensarlo como dos tanques. Ambos son vitales para nuestro bienestar.
Pero, de nuevo, uno antecede al otro.
El primero es el tanque de nafta. Nuestro combustible esencial. Sin nafta, el motor no funciona. No sirve qué tan bien este decorado el auto, ni cuantos caballos de fuerza tiene el motor, nada. Sin nafta, no funciona el motor y todo el resto se vuelve inútil. El otro es el del aceite, vital para todo el funcionamiento del motor. Sin aceite el motor se funde.
El motor de nuestro bienestar debe ser el amor que nos damos, en qué medida nos respetamos y nos alineamos a quienes somos.
El amor que damos y recibimos es fundamental, necesario, nos revitaliza y enaltece nuestra vida.
Pero no puede ser lo que haga funcionar al motor.
Si buscamos dar amor sin amor propio, será un amor egoísta, inseguro, o sujeto a expectativas (validación, etc.). Iremos mendigando amor, obviamente de frustración en frustración. Vamos a donde nos lleva el viento, sin saber quienes somos. Y eso tiene fecha de vencimiento, el motor se termina fundiendo. Para arreglarlo, tenemos que hacer una rehabilitación emocional.
Ahora bien, ¿cómo nos damos amor a nosotros mismos? Haciendo lo que nos hace bien, lo que se alinea con nuestra esencia, y también sabiendo poner límites. Cada cosa que hacemos o dejamos de hacer, nos va cargando el tanque de a poco, o nos lo irá descargando de a poco. Nuestro cuerpo nos lo va a hacer saber, eso seguro. Al igual que el motor si nos quedamos sin nafta. Pero claro, a veces estamos tan alejados de quienes somos que no podemos siquiera percibir dónde esta la falla. Somos como un mecánico a tientas, no conocemos nuestra esencia, no conocemos el motor. Entonces, le echamos cualquier otra cosa al tanque.
Nos podemos llenar de cosas que decoren la superficie, de estímulos, de etiquetas, de gente. Pero si percibimos que algo aún no se siente del todo bien, es porque estamos llenando el tanque de nafta con otra cosa, y no con nafta. No con amor propio.



