La Humildad y su fruto, la Gratitud
- Facundo Daireaux
- hace 4 días
- 2 Min. de lectura

¿Cuánto de lo que logramos en la vida es “nuestro” o hasta qué punto es puro mérito propio?
Creo que, si nos remitimos a la “causa primera” de las cosas, es poco lo que hicimos para estar donde estamos, siendo que tanto las condiciones externas e internas más trascendentes y que más nos atraviesan en la vida se reducen a lo mismo: poco hicimos para que así sean.
Al final, todas nuestras capacidades son producto de algo que no elegimos deliberada ni conscientemente. Está bien, podremos decir que sí tenemos la capacidad de elegir y actuar a partir de eso que nos es dado. Pero, ¿hasta qué punto las cualidades, condiciones, capacidades y herramientas para hacerlo son mérito propio?
La capacidad (o incapacidad) para elegir una cosa u otra estará determinada por nuestra configuración mental, emocional, afectiva, física, entre otras cosas, producto de lo innato y de las experiencias. Y, ¿cuánto de eso lo elegimos deliberadamente? Y si lo elegimos, ¿de dónde surge esta capacidad para elegir? También podremos decir que algunas cosas las elegimos “a consciencia”. Pero, entonces, ¿qué hicimos acaso para tener tal grado de consciencia?
Nos esforzamos por conseguir lo que queremos. Ponemos nuestro esfuerzo, voluntad, nuestra perseverancia, nuestra inteligencia, a merced de nuestros objetivos. Pero ni nuestra capacidad para el esfuerzo, ni nuestra capacidad voluntariosa, ni nuestra capacidad de perseverar, ni nuestra inteligencia las elegimos deliberadamente para integrar nuestro “kit de herramientas”. Son todos dones recibidos de manera innata o cualidades producto de nuestro entorno (el cual posiblemente no hayamos elegido). Y si decidimos deliberadamente “trabajar” para mejorar nuestra disciplina, perseverancia, o la cualidad que sea, ¿de donde acaso obtuvimos la capacidad para hacerlo?
Una vez más, todo lo podemos reducir a su causa primera, y el lugar donde estamos tiene mucho mas que ver con las cualidades que recibimos como personas (y las que incorporamos a partir de la capacidad para hacerlo) que con un mérito propio.
Esto deriva en dos pilares que considero vitales para toda persona, que son la humildad y la gratitud.
Humildad para percibir esto, y notar que nuestras condiciones no son por mérito propio. Pero también para aceptarse a uno mismo de manera honesta y justa, sin pretensiones omnipotentes. Humildad para respetar a todos por igual y reconocer nuestros propios límites buscando desafiarlos un poco más, otro poco más, y otro poco más, dando el 100% en cada oportunidad. Sin dudas es esa la mejor manera de honrar nuestros dones.
Y gratitud como fruto de la humildad, particularmente para vivir agradecido por esas condiciones que, siguiendo esta línea, no son atribuibles por ‘motu proprio’. Pero también para saber vivir con lo que tenemos y lo que somos, y no lamentar lo que no tenemos, sino mas bien ir en busca de eso si acaso lo hay.
Ahora bien, ¿tenemos la capacidad de ser humildes y agradecidos? Yo creo que sí; o, al menos, sí tenemos la capacidad para empezar a desarrollar esta virtud.