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Campos verdes

La Conquista del Dolor

  • Foto del escritor: Facundo Daireaux
    Facundo Daireaux
  • 28 ene
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 9 feb

Saboreemos el dolor, que sea el dolor de un parto de una nueva versión de nosotros.
Saboreemos el dolor, que sea el dolor de un parto de una nueva versión de nosotros.

(Esta vez, quiero antes dejar en claro que no tengo la intención de sonar desconsiderado o insensato, ni ajeno al dolor. Sobre todo, para aquellos que hoy atraviesan dolores que la razón no alcanza a entender. Dicho esto, ahora sí, a lo nuestro.)


Creo que las cosas que más nos cuesta aceptar, o más nos duelen en la vida, posiblemente sean las cosas que más debamos agradecer.

Porque de ellas vienen los aprendizajes más jugosos que nos permiten convertirnos en mejores versiones de nosotros. Nos permite conocernos mejor, y llevar nuestros límites siempre un poco más lejos. Los mejores crecimientos vienen de los desafíos que la vida nos pone en frente. Nuestra fortaleza se forja ahí. Saber que somos capaces de superar adversidades es una inyección de carácter y coraje, que deriva en amor y cariño hacia nosotros mismos.

También nos permite conectar mejor con otros corazones, porque todos hemos atravesado dolores y, como dice la frase, el mejor sanador es quien alguna vez sufrió lo que ahora alivia. Puede ser muy difícil en esos momentos abstraerse, mirar las cosas con perspectiva, y agradecer el dolor. Pero es un ejercicio que vale mucho la pena, y sabemos que, desde ahí, todo es para arriba.

Es el ejercicio que nos permite madurar y crecer, transitar los dolores con templanza y sacar una sonrisa. Y esto no es menor. Miremos hacia el futuro con curiosidad genuina, con entrega, abiertos a preguntarnos “qué carajo me quiere mostrar la vida con esto”. Con ansias de vernos en unos años, mirando para atrás, y agradeciendo lo transitado.

No esperemos a ese entonces, tomemos conciencia hoy, y saboreemos el dolor hoy, y nos llevaremos una gran victoria a casa, al corazón.

El dolor se vuelve mucho más llevadero, pasa de amargo a agridulce. Porque es el precio que pagamos por un aprendizaje que vale la pena, por una mejor versión nuestra. Como dice mi amigo César, es el dolor de un parto de una nueva versión de nosotros. Vale la pena cambiar nuestra perspectiva del dolor, a un dolor con sentido.

El dolor es temporal, pero los aprendizajes que derivan del dolor pueden ser eternos.

El dolor no es el final, sino el principio.

Conquistemos el dolor.

 
 
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La Nativa Reflexiones

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Madrid, España

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