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Campos verdes

Expectativas

  • Foto del escritor: Facundo Daireaux
    Facundo Daireaux
  • 28 ene
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 9 feb

Propongamos vínculos cuya permanencia en el tiempo sea impulsada por el afecto y un interés genuino, y no porque así lo describa la etiqueta.
Propongamos vínculos cuya permanencia en el tiempo sea impulsada por el afecto y un interés genuino, y no porque así lo describa la etiqueta.

¿Qué rol tienen las expectativas en nuestra calidad de vida?

Altas expectativas traen consigo potenciales altas frustraciones y escasa posibilidad de sorprenderse. Todo para perder, poco para ganar.

Hagamos foco en las expectativas en las relaciones. Creo que el meollo de la cuestión en relación con ellas está en las etiquetas bajo las cuales nos relacionamos.

Lo que le pedimos a las etiquetas en nuestro imaginario es lo que después le pedimos a nuestros vínculos, a las personas que etiquetamos.

¿Cuántas veces exigimos o esperamos cosas porque eso es lo que debería hacer “una pareja”, “un amigo”, “un padre”, o “una madre”?

Esperamos cosas a partir de determinadas expectativas puestas en esa etiqueta. Y nos vinculamos con menor libertad, porque tenemos que mantener la etiqueta, porque eso es lo que se espera de nosotros como pareja, como amigos, como hijos, como padres.

Esto les quita naturalidad y transparencia a nuestros vínculos, porque dejamos de hacer las cosas de manera genuina, y las hacemos condicionados por la etiqueta que fabrica el vínculo. No somos libres actuando de esta manera. Y se vuelve un círculo vicioso, en donde muchas veces damos y recibimos en favor de etiquetas, en lugar de hacerlo genuinamente por amor.

En mi opinión, esto trae conflictos y frustraciones por dos motivos. En primer lugar, porque vivimos exigiendo actitudes y gestos, posiblemente frustrándonos en el intento (y también frustrando al otro, es decir, nadie disfruta de que le exijan o demanden). Y, por otro lado, volviendo al “factor sorpresa” que mencioné, damos por sentado todo lo que recibimos, porque es lo que hace “una pareja”, “un amigo”, etc., y así lo dejamos de valorar como deberíamos.


Te invito a pensar cómo serían tus relaciones dejando las etiquetas de lado. Te invito a proponerles a todas esas personas una relación con menos expectativas y que la etiqueta sea secundaria, flexible, con menos forma o rigidez. No es nada fácil poner límites nuevos cuando existe una suerte de status-quo en lo relacional, y puede traer fricciones o inseguridades, sobre todo en vínculos con una etiqueta muy definida. Pero estoy seguro que abre el juego a una manera de vincularse mucho más nutritiva y libre.

Propongamos vínculos genuinos, cuya permanencia en el tiempo sea impulsada por el afecto y un interés genuino, y no porque así lo describa la etiqueta. En todo caso, que la etiqueta venga después, no antes.

 
 
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La Nativa Reflexiones

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Madrid, España

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