El Arte de Soltar
- Facundo Daireaux
- 28 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 may

¿Por qué queremos amarrar un barco que nos pide partir al mar, o aferrarnos a un puerto que nos impulsa a navegar? ¿Por qué, en lugar de desatar los cabos, insistimos en atarlos aún más fuerte?
Todos deseamos tener control, unos con más intensidad que otros. Pero al intentarlo, chocamos con la voluntad de otros. Es decir, si yo quiero controlar todo, habrá otra persona que deberá dejar de controlar algo, dando lugar a conflictos y desgastes.
Por eso, es vital tener la templanza para aprender a soltar, a ceder. Reconocer con valentía y humildad que, a veces, lo mejor es dejar ir aquello que no podemos controlar.
Si lo que soltamos regresa, era lo mejor. Si no, también lo era. En ambos casos, estaremos bien porque ya habremos soltado. Soltar es desgarrador, pero abre nuevos espacios, que tarde o temprano serán ocupados por algo nuevo, o por aquello mismo que soltamos.
Si aprendemos a soltar, esos espacios se llenarán más temprano que tarde. Así, soltar se vuelve liberador, sanador.
Volviendo a la analogía del barco, si insistimos en amarrar el barco o aferrarnos al puerto, la oposición de fuerzas romperá el cabo, y el barco partirá de todas formas, dejando no solo el puerto vacío, sino también el cabo roto. En cambio, si destinamos nuestra energía a dejar en mejor estado el puerto, en lugar de destinarla a forzar el cabo, de seguro atraeremos mejores barcos.
Lo mismo sucederá con el barco. Si lo dejamos navegar libremente, podrá renovarse, tomar perspectiva mar adentro y contemplar si volver al puerto o partir rumbo hacia un puerto mejor.
Si el puerto está en sus mejores condiciones, no deberá preocuparse por amarrar a ningún barco. Los mejores vendrán por añadidura, atraídos sencillamente por la seguridad que el puerto les ofrece. Y si el barco logra soltar y permite al mar hacer lo suyo, seguro llegará con el agua mansa al mejor puerto.
Para ambos casos, no será necesario siquiera hacer uso del cabo, ambos estarán reposándose en libertad.
¿No será la clave entonces embellecer el puerto (o el barco) para elegir a qué barcos recibir (o a qué puerto destinarse)?
En ambos casos, habrá que dejar actuar al mar, no perder energías en controlarlo. Una vez complementados, el puerto y el barco deberán embellecerse con atención mutua si quieren permanecer reposados.



