top of page
Campos verdes

El Fracaso del Éxito

  • Foto del escritor: Facundo Daireaux
    Facundo Daireaux
  • 26 ene
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 9 feb

El éxito sólo lo puede medir uno mismo relativo a la satisfacción de sus propias aspiraciones.
El éxito sólo lo puede medir uno mismo relativo a la satisfacción de sus propias aspiraciones.

El fracaso del éxito. Qué expresión tan poderosa. Cuánta reflexión pone en juego en cuanto a nuestra definición del éxito. Cuantas veces perseguimos cosas que nos alejan de quienes somos. Medimos el éxito objetivamente, con la misma vara, pero nos olvidamos que somos todos distintos. Que tenemos anhelos distintos.

El éxito sólo lo puede medir uno mismo relativo a la satisfacción de sus propias aspiraciones.

En cambio, alimentamos lo que la gente espera de nosotros. Y nos definimos según nos definen. Nos perdemos a nosotros mismos en eso. Nos desconocemos.

¿Nos conocemos?

Queremos trascender, dejar una huella. Algunos incluso tenemos miedo de pasar al olvido.

Pero no querer pasar al olvido haciendo lo que nos aleja de nuestra esencia es la fórmula perfecta para pasar al olvido. En primer lugar, porque ya nos estamos olvidando de nosotros mismos. Nos olvidamos de nuestros anhelos de corazón.


¿Cuántos de quienes logran ese éxito “objetivo” se sienten profundamente exitosos? ¿Cuántos se sienten vitales, satisfechos, consagrados o libres? ¿Cuántos fueron fieles a sus deseos del corazón?

No es una inquisición, sino una invitación a la reflexión. Una invitación a vivir desde el corazón.

Vale la pena aclarar, de todas maneras, que quienes logran este éxito validado exteriormente evidentemente tienen cualidades o condiciones que los diferencian del resto, y eso definitivamente es bueno. También esta concepción objetiva del éxito puede estar alineada con la propia significación del éxito, lo cual puede ser incluso mejor.

Pero, insisto, debe acompañar el corazón.

La mente es muy buena sierva pero muy mala patrona. El corazón manda.


A mis 25 años, ya era muy exitoso bajo los parámetros “objetivos”. Tenía un trabajo “envidiable”, en una institución tremendamente prestigiosa, con una posición económica casi ridícula para mi corta experiencia, y una proyección espectacular. La experiencia fue increíble, recomendable. Pero hace poco tiempo, ya con 27 años, decidí irme. Buscando ser fiel a quien soy.

Buscando ser más exitoso aún, pero ahora bajo mis propios parámetros.

No hay nada peor que traicionarse a uno mismo. En cambio, firmé contrato con mi corazón, que pasó de secarse a estar más jugoso que nunca. De marchitarse a florecer.

Y el bienestar que me trajo no lo conocía, no lo puedo describir. Las palabras no fueron hechas para tanto.

El éxito fracasó. Ese éxito fracasó.

Busquemos el éxito definido por nosotros y vamos a ser las personas más exitosas del mundo.

Porque, bajo tus parámetros, sos el único. Somos únicos.

“El precio de nuestra vitalidad es la suma de nuestros temores”. Vale la pena enfrentarlos, la vitalidad es vida. Nuestros temores nunca pueden tener un precio más alto si creemos que vale la pena vivirla.

Esta es una invitación a vivir desde el corazón. A ser exitosos bajo nuestros propios parámetros. A sentirse vivos, libres. Tomaremos riesgos, pero las decisiones que dicta el corazón genuinamente, inclinadas por lo que nos hace bien y que responden a quienes somos, nos hacen libres, nos despliegan. Nos llenan el tanque del amor propio, de la autoestima real, no aquella basada en el reconocimiento exterior. Esto no es la panacea, todo implica un esfuerzo, desafíos y frustraciones, y antes hay que saber interpretar qué nos quiere decir nuestro corazón. Pero, al menos, estamos siendo fieles a quienes somos. “Es preciso soportar dos o tres orugas si se quiere conocer a las mariposas”.

Por el contrario, las decisiones que se alejan de ello tienen un costo, nos van degradando. Nos vacían el tanque.

El corazón manda.

Firmemos contrato con nuestro corazón.

 

Quien escribe, lo hace con humildad, a sabiendas del gran desafío puesto en papel.

Quien escribe, aún sigue redactando algunas cláusulas del contrato, y posiblemente demore años o hasta una vida, revisando y ajustando.

A veces, nuestra mente no transcribe a la perfección los dictados del corazón.

 
 
image_edited_edited.png

La Nativa Reflexiones

image_edited_edited.png

Madrid, España

Suscribíte para recibir lo que escribo

bottom of page