El Don de Fluir
- Facundo Daireaux
- 28 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb

🎶 Las lágrimas van al cielo
Y vuelven a tus ojos desde el mar
El tiempo se va, se va y no vuelve
Y tú corazón va a sanar
Va a sanar, va a sanar
La tierra parece estar quieta y el sol parece girar
Y aunque parezca mentira
Tu corazón va a sanar
Va a sanar
Y va a volver a quebrarse
Mientras le toque pulsar… 🎶
Jorge, una vez más dando pie a otra reflexión.
El tiempo y las lágrimas, grandes sanadores de heridas.
Paciencia y autocompasión, instrumentos necesarios para esa sanación.
Todo va a estar bien. Pero también está bien estar mal, permitámoslo. Integremos nuestras emociones. Hablémosle a nuestro niño interior, preguntémosle qué necesita.
Demos tiempo al tiempo.
Y, sobre todo, demos tiempo a nuestro corazón, que no sabe de calendarios.
“No por regar mucho una planta va crecer más”, me dijo una vez César, uno de esos sabios que la vida te regala.
No nos apuremos en regar la planta, que no sólo no va a crecer más rápido, sino que la vamos a ahogar.
Al elefante se lo come por partes, me dijo otro sabio amigo.
Primero, lo primero.
Antes de regar hay que destapar la semilla.
Destapemos todo lo que alguna vez no nos permitimos sentir, todo lo que no nos permitimos llorar alguna vez. Todo lo taponado.
Lo que tapamos se acumula, y con el tiempo se pudre. No florece.
Cuando lo liberamos, todo empieza a fluir naturalmente, nos expandimos.
Detectemos, uno a uno, esos tapones, removámoslos, y todo empezará a fluir.
Las lágrimas van al cielo, y vuelven a los ojos desde el mar.
Destapemos cada olla a presión, liberemos las lágrimas, y ellas harán lo suyo.
Dejemos al cuerpo hablar.
Al corazón hablar.
El corazón no miente, pero hay que aprender a escucharlo.
Tiempo al tiempo.



